La DMAE es una patología que puede ocasionar la perdida agresiva de la visión. Es la más frecuente de las enfermedades maculares y generalmente afecta a personas mayores. Cuando se detecta suficientemente temprano, existen algunos tratamientos disponibles para frenar el deterioro visual.
Esta enfermedad ocular afecta a la mácula, una pequeña área en el centro de la retina responsable de la visión central. Por lo tanto, la degeneración macular compromete la visión central, y por tanto, aquello que se mira aparece borroso o distorsionado, perdiendo agudeza visual y limitando la capacidad de diferenciar colores, sin alterarse la visión periférica.
¿Qué tipos hay?
La DMAE seca o atrófica es la más frecuente y menos grave. Las células visuales de la retina son sustituidas por áreas atróficas, alrededor de la mácula, que poco a poco se van extendiendo sin causar problemas visual al inicio. Sin embargo, con el tiempo, estas regiones se unen alcanzando el centro de la retina, lo que conlleva una pérdida de la visión lenta y gradual.
La DMAE húmeda o exudativa es menos habitual pero su progreso es más rápido. En estas etapas se generan vasos sanguíneos anormales, que provocan la filtración de sangre y fluidos en la retina generando zonas de pérdida de visión. Para esta etapa, existen nuevos tratamientos que pueden aportar beneficios (láser, terapia fotodinámica o inyección intraocular).
¿Cuáles son los factores de riesgo?
Los factores de riesgo incluyen la predisposición genética, la edad y el tabaquismo; el sexo femenino, la hipertensión y la obesidad, además de factores relacionados con el estrés oxidativo, como la exposición crónica a la luz. Una dieta inadecuada es un factor de riesgo importante en DMAE.
La combinación de los diversos factores en personas con susceptibilidad genética, favorece la aparición de drusas que conforman el primer paso en el desarrollo de la DMAE.
¿Se puede prevenir?
Actualmente no existen medicamentos que eviten la aparición de la DMAE. Sin embargo, es aconsejable evitar factores de riesgo y seguir consejos dietéticos, así como realizar cambios en el estilo de vida.
Nutriciones como la luteína y la zeaxantina, las vitaminas C, D y E, algunos oligoelementos, los ácidos grasos omega-3 y algunos polifenoles han demostrado poseer propiedades beneficiosas.
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